lunes, 4 de junio de 2007

El centro es el espíritu.

Somos testigos y partícipes de una situación de cambio cualitativo, es decir, de la interfase que da cuenta de la transformación absoluta de una cosa en otra distinta, de la cual, sin embargo forma aún parte. Se trata de una situación -en rigor- alquímica: habiendo producido su transubstanciación, la materia (las relaciones que la conformaban y aquellas que enteendíamos la conformaban), deja de ser lo que era y se desvanece en relaciones de otro orden, que hacen que no interese lo que fue, porque es ya una dimensión "espiritual". Relación de relaciones. Es espíritu la materia, es espíritu quien la percibe, es espíritu la relación que entre ambos se desarrolla. Cierto que sería mejor y mas apropiado hablar de "mente", en lugar de"espíritu", pero puede ser buena la utilización de este concepto para remitir más directamente a la dimensión "religiosa", que permite una referencia práctica a la contemplación, que el aspecto "mente" relacionado más bien con la ciencia, carecerá en el modelo tecno-científico dominante. Como quiera que sea la percepción es sobre aquello que como sociedad hemos perdido.
También resulta conveniente introducir para explicar esta relación, la mención al recientemente introducido concepto del 4° estado de la materia: el plasma. Así de la materialidad propia a la era industrial y la fluidez acuosa que da cuenta de los movimientos relacionales de la era financiera del capital, podríamos agregar el estado gaseoso, con internet en la era de la información y a este el "estado de plasma" que correspondería a la Sociedad del Conocimiento. Por cierto, la "necesidad del espíritu" y la tendencia generalizada a establecer relaciones mas sofisticadas y complejas que caracterizan al momentum, lo cual, postulamos, se traduciría en una búsqueda acendrada de aquello que concebimos como lo más sublime, en todos los niveles de la actividad personal y de los grupos. La "era del plasma".