viernes, 27 de julio de 2007

El mango por la sartén

(Notas desde la interfase).

La generación de ambientes tecnológicos[1] en los espacios laborales, con la masiva y veloz introducción de las TICs (se ha señalado en abundancia), modifica las formas de hacer las cosas, las pautas y hábitos cotidianos de trabajo. Tal vez menos se haya considerado, el que este proceso sea más profundo y que implique también nuevos ámbitos de realización, es decir, que se hagan nuevas tareas. En todo caso, cambiar los procedimientos habituales para realizar las mismas tareas, o abrir la organización al desarrollo de nuevos desafíos, remite tanto a lo directamente visible y manifiesto, como a los fenómenos latentes e inconscientes, que por cierto, resultan mucho más difíciles de percibir, comprender y enfrentar. Lo que no se ha dicho, es que hay una relación entre la “virtualidad” y el inconsciente. En la sociedad de la información -y al contrario de lo que ocurría con estos cambios en la sociedad industrial-, las tecnologías modifican pautas y hábitos cotidianos, a gran velocidad, impactando fundamentalmente sobre los aspectos imperceptibles –simbólicos-, aquellos que remiten al inconsciente de las personas y sociedades. Si esto es bastante claro[2] en algunos casos (fundamentalmente en las modificaciones de lo que hacemos), mucho menos lo es respecto a como esta realidad impacta sobre los procesos que nos orientan hacia nuevos horizontes, lo que en definitiva tiene que ver con la innovación. Ciertamente estos son temas de política. Por otra parte, en estas notas asumimos la posición de contexto, según la cual estos fenómenos se producen en la interfase de transformaciones que genera el paso entre la “sociedad de la información” y la “sociedad del conocimiento”.

Como lo establece la Meta 8 del Milenio, nuestro campo de acción es uno en que coinciden la empresa y el estado de manera preferencial. Esto implica que nuestros desarrollos convocan temas comerciales y de servicio, que no pueden tener las mismas características, porque no tienen los mismos fines. Si uno se orienta a tener ganancias diferenciales, el otro apunta a lograr condiciones de creciente igualdad. Ello genera una interfase particularmente compleja, interesante y activa, que en general –hasta aquí- y dada la supremacía absoluta del mercado, sólo ha significado transferencias (por demás aparentes) desde la empresa hacia el gobierno en dos ámbitos fundamentales. Uno, por cierto es el del lenguaje (por ejemplo, las tareas al interior de la administración se denominan “negocios”...), el segundo refiere a las prácticas mismas, traducidas en criterios dominantes de eficiencia, eficacia y pragmatismo, que en definitiva han aportado –en nuestra opinión- mas mal que bien, en su intento por obtener “racionalizaciones” de resultados, mensurables según la lógica de cosificación que las sustenta, en lugar de considerar la importancia de los “procesos”, que forman lo medular de los gobiernos. El Estado, es una cuestión de largo plazo...

Un ejemplo “inmediato” es el que los desarrollos contemporáneos de redes en los ámbitos laborales (y de manera particular en la administración pública, dónde el tema de la información “pública” aparece con paradojal frecuencia como “privada”...), haya consistido en dotarse de redes internas o “Intranet”, que significa aumentar la continuidad de los mecanismos de distribución de la información y los ordenes jerárquicos que transmite, de acuerdo a los canales tradicionales-internos- , en lugar de desarrollar el conocimiento y posibilidades de Internet, pese a que es sobre este último que reposa. Este punto debe ser central en el tránsito entre la sociedad de la información y la del conocimiento. En efecto, los desarrollos de intranet han significado ampliación de los mecanismos de control y de encriptación y han sido desarrollados por la “cultura informática”, que responde a esa primera etapa...

Así, los distintos actores insertos en las denominadas “Sociedades de la Información” y por ende en la globalización de los mercados, requieren en un caso, de más y mejor información sobre sus competidores y ello obliga a soluciones tecnológicas que satisfagan esta necesidad, así como niveles crecientes de capacitación “mental” o ideológica, hacia el cambio organizacional. En el caso del Estado, como decimos, las TICs vehiculan fundamentalmente procesos de efectividad y eficiencia. La información, tiende a ser de consumo “interno” y en el mejor de los casos, remite a la propaganda (ex ante o ex post) de las autoridades de tránsito, vestidas con ropajes de permanencia. Al cabo, el poder solo es transitorio para quienes lo ejercen, es permanente para quienes lo sufren. No habiendo “carrera funcionaria”, ni reconocimiento de méritos a través de sistemas evaluativos confiables y siendo las jefaturas prerrogativa de los compromisos y confianzas que ha tejido la red de influencia política, un funcionario, sabe que no será jefe, con tanta o mayor certeza que un trabajador siente que no será dueño de la empresa en que trabaja. Por cierto acá hay un tercer nivel de interfase, -que podríamos llamar de “metaimpacto”-, a saber que la lógica de la empresa, ha permeado la del estado, dónde sus funcionarios, son incapaces de diferenciar ellos mismos una de otro.

El ámbito principal de actividad que desarrolla la complejidad, remite a la mediación. La mediación múltiple entre interfases relacionales de distinta densidad, es el campo propio de la mediología, nave y océano en que navegamos.

En este escenario que tiende a reunir en un nuevo campo relacional lo simbólico y lo político, las distintas herramientas que conforman el cada vez mas vasto campo de las tecnologías de la información, desempeñan un rol clave. Ahora bien, la pregunta acerca de si estas transformaciones producen una suerte de “rito de pasaje” de una sociedad a otra, es válida, por cuanto, la introducción de nuevas modalidades de herramientas (y acá debemos considerar en el mismo plano al hardware que al software y al groupware), implican ciertamente un proceso “iniciático” de conocimiento y adaptación, que permitirá a los distintos actores enfrentar con “nuevas armas”, las nuevas condiciones de competencia (en la empresa) y de mejora en la calidad de los servicios (en el estado), que se generan debido a la aceleración de los tiempos históricos y al cambio como una cuestión permanente dentro de estas nuevas realidades. Pero ¿se ha comprendido cabalmente lo que ello significa y las "demandas humanas" que involucra?.

Se puede advertir como genuina preocupación, que lo que ha predominado en esta primera etapa “informacional” y tal vez tanto en la empresa como en el gobierno, es la adaptación de los actores a la tecnología y no al revés -que seria lo deseado-, razón por la cual muchas de las promesas de mejoramiento generalizado de las condiciones de trabajo y de vida (en uno y otro campo...) de la tercera revolución industrial, la sociedad de la información, aun están pendientes. La “cultura” dominante en el ejercicio de esta “fase informacional” del conocimiento, ha sido la “informática”, por sobre la “informacional“, es decir, el énfasis no ha estado puesto en saber usar la tecnología y aplicar adecuadamente la información en decisiones estratégicas.

En todos los lugares, los presupuestos de los departamentos de informática han crecido, pero sin que se tenga muy claro para qué, fundamentalmente por la gente que habrá de utilizar las nuevas herramientas que se pongan en uso. Recomendable sería que (ya que no se hizo en la primera ocasión), ese proceso se invirtiera y se generara una amplia y ordenada red de retroalimentación cognitiva, que condujera a la demanda de equipos necesarios para llevar a cabo determinadas tareas, desde el usuario y desde el inicio.

Con solo excepciones notables y en su gran mayoría, las soluciones tecnológicas generadas por los productores, no han sabido hacerse cargo de la ínterconectividad de las mismas y de generar soluciones compatibles con otros sistemas, que han proliferado de manera –paradojalmente- caótica, haciendo que los temas de la estandarización y la homogeneización, sean cada vez reiterados como fundamentales. En el ámbito del Estado, cada repartición ministerial y en casi todos los casos, cada división (departamento y unidades...), ha dispuesto de fondos específicos para dotar a su servicio del instrumental requerido para “modernizarse”, sin que ello responda –como hemos dicho-, a procesos que permitan a las personas generar los “requerimientos de tarea” que habrían de mejorarse con las nuevas condiciones y equipamientos tecnológicos. De allí se desprende fácilmente, que la “interoperabilidad”, no solo no sea una realidad actual, sino que tampoco fuere parte integrante real del propósito con que se concibió la introducción de las TICs dentro del proceso de modernización del Estado.

Brechas de objetivos compartidos entre directivos e informáticos respecto del sentido de las tecnologías, resumidas en “un medio para” y “un fin en si mismo“, que en razón de los criterios descritos, así como de los aumentos presupuestarios, han redundado en un particular estilo de hacer política, en que se verifica la paradojal situación de creciente poder decisional en quienes deben aplicar las soluciones (equipos encargados de finanzas e informática) y de menor poder de decisión en los equipos políticos que deben liderarlas, produciendo, de manera bastante visible, un paradojal escenario político de desaparición de la política.

Por cierto hay quienes se han planteado las cosas desde la perspectiva tecnocrática aún en vigor y hacen reposar las soluciones eventuales, no en el fortalecimiento de las redes humanas, sino en un “mejor conocimiento de las capacidades y una mejor utilización de los recursos que tienen las herramientas. Preguntas como: “¿no será que hemos estado usando incorrectamente las tecnologías de información?” o “¿no será que una parte importante de su potencial ha permanecido inutilizado?”, de manera sutil, trasladan nuevamente el campo de acción requerido hacia el componente “máquina”, que demanda un nuevo “esfuerzo” al humano, para “entender” la máquina de la cual es servidor.

Claramente, es central la introducción de programas que permitan asimismo procesar la información a través de su difusión “sin control”, para permitir la innovación y la creatividad, así como de foros de discusión y análisis sistemático, que se traduzcan en nuevos programas. Esto es por cierto, una transformación de la cantidad en calidad: de la información al conocimiento. Señalemos a este respecto, que la actual construcción de una “web semántica”[3], es un indicio del reconocido peso de esta tendencia que se agrega a la “cantidad” de información disponible: oportunidad de acceso y significado, para tomar decisiones oportunas y pertinentes, orientadas hacia el bien común, que encuentren sustentabilidad y efectos sociales reales en la participación orgánica de las redes de actores socio-técnicos que necesariamente, se encuentran al inicio y al fin del proceso.

Como se ve, nuestra posición es la del “salto en adelante” que implica asumir desde al análisis, el fin de una etapa (la sociedad de la información) y el comienzo de una nueva (la sociedad del conocimiento), para a partir de allí, operacionalizar metodologías y procesos conducentes a los nuevos horizontes y así, más que volver a “corregir” lo que se hizo de manera insuficiente, abordar decididamente tareas que presuponen nuevos objetivos. Y esto pasa por introducir la dimensión de política simbólica, en los mismos dominios dónde constatamos el peso de su aparente ausencia: el lenguaje, que se quiere conceptual antes de ser operativo, el pensamiento, que tiene que ser crítico para que su transparencia llegue lejos, la acción, que tiene que ser participativa para que las organizaciones inteligentes sustenten la democracia. Contribuimos a la creación de Ambientes Tecnológicos para Redes de Relaciones Cognitivas (RRC).

Notas.
[1] Esta definición conceptual es importante, por cuanto apunta precisamente a hacer explícito que la introducción de TICs, modifica –insensiblemente, pero no siempre-, el conjunto relacional del sistema considerado y no solo los detalles específicos de su aplicación, generando un “ambiente tecnológico”.
[2] Baste considerar lo que puede significar –socialmente-, una madre que amamanta, mientras habla por celular, fenómeno hoy tan común como impensable hace muy pocos años.
[3] Como lo desarrollan actualmente varios programas, como el SEKT (Semantic Knowledge Techologies) de la Unión Europea y lo promulga el mismo “creador” de Internet, Berners-Lee. http://siischilesolidario.blogspot.com/2006/09/tecnologas-de-conocimiento-semntico.html.

lunes, 23 de julio de 2007

Interoperabilidad tecnológica y fortalecimiento de redes. 1

Interoperabilidad tecnológica y fortalecimiento de redes.

Rainer María Hauser.

Preámbulo.

El formato de presentación del presente texto, debiera tal vez ser más formal. Sin embargo, el que se auto inscriba en la dimensión de mediología 1], el que sea una contribución a la política estratégica de la empresa Visiion, así como por tratarse de un primer borrador que rescata distintas apreciaciones sobre los fundamentos de la transformación de la que somos parte, planteando algunas algunas ideas que seguirán rondandonos para orientar sus resultados (y también, por cierto, tomando en cuenta su “distribución reestringida”...), he preferido dejarlo en la hibridez que manifiesta por el momento, su confusión de estilos, lo que lo acercaría a un “ensayo” propio a una declaración fundacional, de alguna manera marcado por la internacionalización de procesos. En definitiva, hemos querido aprovechar la coincidencia extraordinaria de la obtención de ciertos resultados de las políticas públicas en su implementación social, con los inicios relativos de la materia que nos convoca, para señalar algunos aspectos de las nuevas fases del proceso, que podrían ir siendo mejoradas en la medida que la transmisión de nuestro análisis situacional, nos permita ir integrándolo a los distintos centros de decisión donde se conciben, diseñan e implementan dichas políticas. No ha de sorprender, finalmente, el que tratándose de “sustancias de laboratorio”, incorporemos a estas líneas alguna referencia protocolar a la teoría que la sustenta.

Digamos aún, que más allá de los aspectos concretos ya en marcha, consistentes en utilizar las herramientas tecnológicas de última generación para mejorar la vida de la gente a la que servimos, y que constituiría la mirada a largo plazo que nos alimenta, este comentario se sitúa en un plano de interfase, dónde confluyen lo político y lo técnico, dentro del paradigma de “réplica mejorada” que vehicula la óptica de aprender con la experiencia.

No se me escapa, ni podría, por cierto, que apuntamos directamente al centro de lo que podríamos llamar "el complejo de las torres gemelas"[2], que tiene que ver con la forma en que se toman las decisiones en el aparato del estado y de lo necesario que resulta establecer desde el inicio, que la interoperabilidad que permitiría superarlo, debe asumir, la conversación y el diálogo entre las partes con el espíritu dialógico que bien representa el entre nosotros consabido término de voluntad política. Este último -es bueno recordarlo-, se recogió en las Metas del Milenio como una indicación de “contenido” y requisito imprescindible para que pudieran ser llevadas a cabo, por el conjunto orientador significante de: visión de futuro, equipos idóneos, financiamiento adecuado y flexibilidad para enfrentar las condiciones de un mundo siempre cambiante. En efecto, cuestiones generales relativas a las orientaciones metodológicas del proceso así como su forma de aplicación, no debieran ser pasadas por alto por nosotros, aunque fuere solo como preparación hacia nuevos desafíos, entendiendo que los procesos ya se encuentran en niveles avanzados de desarrollo y que la posibilidad de corregirlos no pareciera inmediatamente a nuestro alcance.

Interoperabilidad tecnológica y fortalecimiento de redes.

El que en un país como Chile, a la cabeza de sus pares en la región[3] de acuerdo a los índices comparados actualmente en uso y que determina el lugar de los países de acuerdo a criterios de sustentabilidad democrática, desarrollo económico y mejora de la calidad de vida (dentro de los cuales se encuentra el nivel de impacto y penetración de las nuevas tecnologías de comunicación), se haya producido un fracaso tan notorio de la primera fase de implementación, de un programa de importancia mayor para los gobiernos de la concertación como el del Transantiago, tiene de que hacer reflexionar a quienes como nosotros, hacen de su oficio, la asesoría y colaboración desde lo externo-privado para el mejoramiento sustantivo de la gestión y transparencia de las políticas públicas.

En efecto este proyecto emblemático que involucraba prácticamente a cerca de un 60 por ciento de la población chilena (que es aproximadamente el porcentaje de la población de Santiago), pretendía servir de vitrina para demostrar al mundo -y por cierto sus habitantes- que nuestro país, Chile había sido capaz de llevar a cabo un exitoso proceso de reforma y modernización del estado que también, como no, se objetivaba en el ámbito tan esencial como necesario del transporte público. Para ello se invirtieron sumas de dinero sino inéditas, mas que considerables, en las etapas de concepción y diseño, se convocaron equipos multidisciplinarios de la máxima calidad y se dispuso de la capacidad para constituir equipos técnicos de excelencia, que trabajaron[4] así como del instrumental tecnológico adecuado que permitiría llevarlo a cabo.

Con este proyecto los gobiernos democráticos de la concertación iban a demostrar que en el día a día de la vida ciudadana, la ciudad más importante del país, su capital, estaría a la altura de los países desarrollados en materia de transporte público y por añadidura demostraría la calidad de las políticas públicas, entrando al bicentenario de su constitución. Sin embargo, contando con todo lo que aparentemente se requería, el conjunto, formado por una diversidad de actores e intereses, relacionándose entre sí de manera discontinua, no pudo resistir el choque, con la realidad de su implementación.

En el dominio de la Protección Social, podemos encontrar ejemplos recientes que también remiten a esta problemática. Hemos visto recientemente, tanto en noticias, como entre comentaristas especializados y (complicados) personeros de la administración pública, que la aplicación de la última encuesta socioeconómica CASEN 2006 de Chile, arrojó el sorprendente resultado según el cual la comuna de Vitacura, la más rica del país, tiene un porcentaje mayor de indigentes que Pudahuel, una de las más pobres del país. Por cierto, no cabe en este espacio, ni es nuestro propósito, ir a los detalles metodológicos, que podrían explicar el por qué ello ocurrió, sino establecer los criterios generales que permitirían un ejercicio comparativo, en el sentido práctico de aprender de la experiencia. Es cierto que hay en ello de que generar reflexión en el ámbito de aplicación de herramientas de política pública. Tanto es así, que una vez conocidos los resultados que mencionamos –y visto el revuelo que se formó-, luego de varias reuniones para tratar el tema al más alto nivel gubernamental, con centros de estudio que representaran todas las corrientes políticas y académicas, las máximas autoridades a cargo (en la ocurrencia, la señora Ministra de Mideplan), junto a profesionales de organismos internacionales (CEPAL), acaban de acordar la creación de un “comité de expertos”, destinado a perfeccionar y diseñar instrumentos y metodologías para la evaluación de políticas públicas.

Críticas y cuestionamientos, afirmaciones y respuestas, se han escuchado también en las últimas semanas, acerca del origen del cambio de paradigma en protección social, el Programa Puente. Sin embargo, es cierto que aunque ellas provienen de una incomprensión de sus propósitos, aunque ello no debiera oponerse a una consideración metodológica, ya que las carencias deben ser consideradas. En efecto, el programa Puente no tenía objetivos “cuantificables”, ubicándose así al otro extremo de lo considerado en el caso de la CASEN. Con él, se buscaba en primer lugar instalar el diálogo y generar confianza acerca de los buenos propósitos del estado. Por cierto acá y por el contrario, la falta de formatos que hiciera posible procesar la gran cantidad de datos cualitativos generados por los interventores, impidió “los grandes números”, pero en un caso como en el otro, ello radica en opciones de política que sólo en determinados casos busca de discutirse exante, como sería tal vez deseable. Es así que la evaluación externa hecha por la Universidad de Chile sobre el programa Puente, indica que los resultados más importantes a los dos años de su aplicación, entre la gente de escasos recursos, fue que este sector relegado de la población, encontró que era un interlocutor social, se dio cuenta que podía hablar, adquirió –podríamos decir-, conciencia de su existencia en la sociedad. Se sabe del enorme efecto que puede tener el habla, como vehículo de adquisición de enseñanzas, sobre todo (aunque no únicamente), cuando se es escuchado. Claro que ese hablar específico al que hacemos referencia, estuvo limitado por cierto a la presencia intermitente del apoyo psicosocial, pero éste no careció de representatividad. Lo cierto es que más allá de los principios, como lo decía una encargada nacional del Puente en encuentro con Chile Solidario el año pasado, “el Puente es una enorme acumulación de diálogo”. Que dicho sea entre nosotros, no están en ninguna parte, ni podrían estarlo, a no ser que hubiéramos concebido delirantes orientaciones a lo Borges –que recordábamos recientemente-, como en el caso del “memorioso Funes” (que tardaba 24 horas en contar lo sucedido en un día), respecto al tiempo, o el cartógrafo obsesivo (que desarrolló la escala de 1:1 para tener precisión total), en lo concerniente al espacio, y hubiéramos desarrollado “dispositivos de almacenamiento total” de las visitas de los “apoyos psicosociales”... Así, podría decirse que lo que se pudo cuantificar de los diálogos, terminó siendo los “mínimos” del Chile Solidario, o el comienzo de un nuevo programa.

La interoperabilidad como estrategia comunicacional.

La calidad de una política pública depende, como sabemos, de la consideración conjunta de sus aspectos políticos, de las características institucionales, de los aspectos técnicos y por cierto de la política comunicacional -que en su sentido estricto que aquí utilizamos-, remite a que los distintos aspectos de un programa determinado no sólo deben ser conocidos por la comunidad de usuarios a los que se dirige, sino que además debe permitir establecer flujos de actualización permanente de intercambio de información pertinente entre ellos y los ejecutores del mismo. Dicho de otra manera, una política comunicacional, es parte de la estrategia, debe tener carácter sistémico y –en consecuencia-, la retroalimentación está en el corazón de su eje de acción. De esta manera, y ya en el ámbito concreto de nuestros saberes profesionales, el centro neurálgico de un programa de intervención social, debe encontrarse en aquello que concierne a la interoperabilidad.

Dos observaciones sin embargo, aparecen de rigor, habiendo llegado a este punto. La primera, de orden general, consiste en advertir que dada la importancia societal que han adquirido las comunicaciones de masas a partir de la segunda guerra mundial y con el desarrollo espectacular de los medios, primero radiales, luego televisivos y actualmente -gracias al descubrimiento del hipertexto-, con Internet, nuestras sociedades han tendido a sobre valorar el espectáculo del que son parte (siempre hay alguien que nos observa...), y así la información, se ha confundido con las noticias y las noticias con el espectáculo. En el ámbito del ejercicio político que nos interesa (fundamentalmente porque permea los resultados de los programas de servicio público que consideramos), esto se explicaría por al menos en tres dimensiones distintas: una porque el ejercicio mismo de la política pareciera llevarse a cabo en el ámbito de las noticias (que es en general dónde el público se entera de lo que ocurre), dos, porque los políticos se confunden con los personajes de la farándula (que en muchos casos los sustituyen y en los cuales se convierten y viceversa) y tres, porque desde la perspectiva de las estrategias con que se diseñan las políticas y en consonancia con lo anterior, las comunicaciones aparecen reducidas a su función de propaganda. De allí se deriva el que los encargados de comunicaciones de las distintas reparticiones e instituciones públicas, tienden en la gran mayoría de los casos a ser periodistas (o publicistas), quienes tienen por función la presentación favorable de los hechos en los cuales participan sus jefaturas y autoridades, agregando de manera subrepticia a la ya suficientemente grave situación de sesgo informativo y de la no participación objetiva de este sector de comunicaciones en los aspectos formativos de los programas, el problema de la autocomplacencia o carencia de espíritu crítico evaluativo, lo que dificulta sobremanera –cuando no hace imposible-, corregir errores sobre la marcha.

El segundo aspecto que es necesario recalcar a propósito de la interoperabilidad, es que tal como lo señala el título que hemos puesto a esta reflexión, mucho más que un asunto de intercambio de data entre máquinas (apreciación sin duda generalizada incluso al interior de los equipos técnicos del gobierno) a la que remite el concepto de acuerdo a una determinada definición de tecnología[5], la interoperabilidad tiene que ver con la capacidad de diálogo y de toma de decisiones coordinada entre los actores que conformen la red específica que aborde las tareas que en conjunto deciden realizarse.

Es así que la orientación de las políticas públicas y su difusión de una manera clara para ser concebida de manera a generar instancias cada vez mayores de participación, lo que redundará en empoderamiento y sustentabilidad de las mismas, requiere del fortalecimiento de la capacidad estratégica del gobierno, en el día a día de los distintos actores que componen la red humana a través de la cual también por la cual las políticas públicas se harán servicios concretos para la ciudadanía.

Por otra parte también hay que establecer formas concretas y específicas de desarrollar estas estrategias de política comunicacional entre los distintos nodos jerárquicos de las redes de acuerdo a las fases que cada uno de estos programas refiere para que den cuenta de las especificidades de función de cada uno de ellos en sus diferentes momentos. Así, por ejemplo, el papel de un grupo asesor de presidencia, será más importante en la fase de concepción de un determinado programa, mientras que los ministros de las áreas convocadas serán más importantes en el proceso de diseño, y figuras político-administrativas de mayor presencia en las localidades, habrían de llevar el peso sustantivo de la gestión, mientras que la “fase” evaluación, aunque debe hacerse a todos los niveles (y en rigor requiere convertirse en una “fase transversal” permanente), debe recaer fundamentalmente en los estratos directamente operativos que tendrán a su cargo la responsabilidad de la implementación directa. Sin duda que para poder llevarlo a cabo es indispensable fortalecer la capacidad estratégica del gobierno para establecer un nexo permanente y que permita la requerida con la continuidad a estas distintas políticas públicas. Sin embargo, nuestra materia es compleja y un error común consiste a su vez en considerar que las distintas fases (como los distintos actores) son entes distintos si y que pueden ser tratados de manera separada, generando una situación de interconexión falsa en lugar de solucionar situaciones delicadas, agrega más problemas a los que ya se tenían.

Pareciera ser que el problema fundamental radica pues, en el análisis de contexto, o “análisis situacional”, ya que cuando vamos a abordar una política pública, el punto consiste en determinar no sólo lo que debe ser corregido con la implementación de las acciones que han de conducir a los objetivos planteados, si no qué es lo que se puede corregir dadas las condiciones de contexto a las cuales nos enfrentamos. Y ello es así, porque como en todo orden de cosas, un momento nuevo no nace de la nada, sino de momentos anteriores y la construcción de un programa de protección social dirigido a la extrema pobreza, en el país que fuere, se encontrará con antecedentes históricos e institucionales sobre los cuales habría de instalarse. Si tomamos el caso de Colombia, nos daremos cuenta que la extensa red de protección social para la supresión de la pobreza que supone el plan del programa Juntos, no sólo es un esfuerzo importante de coordinación entre áreas institucionales distintas, ni supone exclusivamente la atención sobre determinado tipo de universo social, sino que también -y sobre todo-, debe instalar su accionar sobre el multifacético espectro de anteriores acciones, que de manera más o menos coordinada entre los actores entonces disponibles y de acuerdo a las orientaciones concretas de política pública que hubieren puesto entonces en marcha sus autoridades, ya había sido llevada a cabo.

En el ámbito de la administración pública, esto no es un detalle menor, porque como corrientemente ocurre en el ejercicio de introducción de las nuevas tecnologías (que es desde dónde percibimos el fenómeno) cada nueva herramienta, cada giro conceptual, cada nueva orientación de política, genera inevitablemente la manifestación de lo que ha sido llamado " fenómenos de resistencia" y que encuentra en su significado un amplio espectro de actitudes y valores que va desde el temor al cambio, hasta las formas más extremas de celo y lealtad con la labor realizada, las orientaciones realizadas y el conocimiento adquirido acerca de las herramientas hasta entonces disponibles.

Es así que dentro de las orientaciones contemporáneas de desarrollo de las políticas públicas, se ha instalado con el rigor y presencia de lo incuestionable, y como concepto especial diferenciado del proceso evaluativo, en tanto modo operativo, el de las “buenas prácticas” en gestión pública y que tal como ocurre con la medicina basada en la evidencia (tema específico sobre el que tendremos que volver), consiste en rescatar aquellos aspectos que no necesariamente estaban concebidos en el diseño original y que entonces bien pueden aparecer como accidentes, de cuya naturaleza se desconoce las causas, pero que sin embargo, se constatan como efectivamente producidos y deben ser rescatados como realidades de facto, que más allá de sus causas de origen, se convierten en resultados que han de considerarse como aportes para la buena continuidad de los procesos emprendidos.

A nadie debiera escapar que este hecho en apariencia trivial, constituye un cambio radical de óptica, por cuanto la visión mecanicista en que se apoya la tecnocracia -hasta hace muy poco, más que preponderante, única, en el mundo de la ciencia y de sus desarrollos tecnocientíficos-, era el de determinar que todo aquello que apareciera en el ejercicio de la realidad que no correspondía al diseño inicial, o bien era desechado como error, o bien se ajustaba de manera que cupiera en el. En el ámbito del desarrollo de software está nueva concepción, que recogía los principios de retroalimentación de la cibernética en el ámbito de la construcción de herramientas informáticas adecuadas, se conoció con nombre de programación extrema y ha constituido desde los años noventa, un aporte fundamental para la comprensión de procesos y de la óptica con que trabajamos[6].

Dicho de otra manera como en la sociedad no se puede hacer tabla rasa de la historia y comenzar de cero, debemos reacomodar constantemente los procesos a las nuevas condiciones y sin embargo cada vez que comenzamos un nuevo programa, tenemos que actuar como si nunca hubiera habido otros que lo precedieron. Bien pudiera ser que el cambio de un país a otro gracias al efecto de objetividad (que paradojalmente es también desconocimiento relativo) que implica, permitiera una visión capaz de detectar los errores cometidos por programas similares en otras latitudes, realizará la traducción de las buenas prácticas realizadas, y permitiera así colaborar entonces de manera sustantiva, a la mayor eficacia y efectividad del nuevo programa implementado. Esto es también lo que estamos haciendo, en el nuevo escenario que abre Visiion Internacional.

Por eso señalamos con firmeza que la interoperabilidad no es un asunto tecnológico, sino que tiene que ver con el compromiso de fortalecer las redes sociales y que este compromiso debe ser establecido de acuerdo a las particulares condiciones institucionales, de conocimiento y culturales que en cada lugar se hubieran puesto al servicio de la voluntad política, tras el logro de los objetivos comunes, desde el más alto nivel y en general siguiendo un desarrollo secuencial “Top down”, es decir involucrando en primer lugar y de manera más fuerte en el proceso inicial de concepción de las líneas programáticas, el compromiso a la coordinación de las autoridades representativas de las políticas locales, para luego más adelante, en la etapa de diseño, recoger como retroalimentación una estrategia participativa “Bottom up”, es decir de abajo hacia arriba. La fase de implementación habría de permitir la correcta articulación en el ejercicio concreto, de los acuerdos establecidos por las autoridades y del reflejo de la práctica que emana de las poblaciones involucradas. De esta manera un programa de protección social sería pertinente, sustentable y lograría sus objetivos de mejorar la calidad de vida de las personas. Aún será posible concebir aspectos particulares y específicos en situaciones puntuales que deban ser tratados de acuerdo a procesos que no contemplen esta dinámica.

notas

[1]
Según la concepción del científico y politólogo francés Regis Debray, quien acuñó el término (1994).

[2] Las “torres gemelas” a las que nos referimos son “Babel y papel”: idiomas y voluntades ditintos y excesivo apego a las formas en que siempre se han hecho las cosas. Inmovilidad burocrática y falta de innovación.

[3] Chile viene de ser aceptado entre los 30 exclusivos países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).

[4] En realidad este es el punto central: trabajaron juntos, pero de manera paralela: no hubo coordinación sustentable entre los distintos equipos. Este es un caso clásico de lo que hemos llamado “Efecto Big Bang”: cuando los proyectos empiezan, está todo concentrado, una vez que se implementan, empieza a dispararse cada una de sus líneas en su propia dirección...

[5] Tecnología, palabra griega, de acuerdo a su etimología, significa “discurso del arte” (Techne: arte; logos: discurso, palabra, comprensión, de dónde por extensión: lógica).

[6] Ver, sitio de Vision, http://www.visiion.cl/ , documentos.

Interoperabilidad tecnològica y fortalecimiento de redes 2.

Antes y después de la interfase de caso.

No querríamos terminar estas líneas sin referirnos a un caso concreto que permitiera un asidero práctico a nuestras reflexiones, transformándolas no solo en un cable a tierra sino también en un eventual aporte a quienes tienen la responsabilidad de llevar a cabo los servicios en beneficio del bien común. Nos referimos al caso de la ficha de protección social que se estará aplicando y muy próximamente en Colombia a través del programa Juntos, con una participación decidida de nuestra empresa. Sin pretender agotar temas que ya he referido con anterioridad y que seguramente han de seguir apareciendo, me limitaré a un breve comentario sobre un punto específico, que es el que refiere al set de preguntas que fueron concebidas en la ficha de salud, que conducen a la obtención de información acerca del examen de próstata o antígeno prostático. Antes y muy brevemente, señalaré a propósito de la Ficha de Protección Social del programa Juntos, que la extensión de la misma (más de 400 preguntas a realizarse en tres sesiones de igual número de visitas a hogares seleccionados en distintas localidades urbanas y rurales de Colombia), dificultan grandemente que ella se realice de la manera esperada, sobre todo tomando en cuenta que este es un tipo de intervención social en lugares de extrema pobreza y que en consecuencia, el trabajo de verificación de los resultados, y de autentificación de los mismos, aún una vez alimentada con ellos nuestra plataforma tecnológica, puedan redundar en poca confiabilidad.

En efecto nueve preguntas a realizar por el encuestador a los varones mayores de 45 años, guardan relación con este punto, precedido por una pequeña nota introductoria que explica la importancia de este examen y la forma en que se práctica. Sin entrar de manera exhaustiva a revisar cada una de las preguntas que forman una larga lista que sin duda tomará en el mejor de los casos largo tiempo responder, digamos solamente que en la breve frase inicial “de capacitación” que señaló, el examen de próstata se explica exclusivamente de acuerdo al procedimiento clásico y ya arcaico, aunque no por ello menos efectivo de tocación anal, siendo que hace ya varios años se dispone del procedimiento mucho menos invasivo y culturalmente complicado de obtención de las trazas del antígeno prostático (que indicaría la Existencia de un cáncer de próstata, objetivo final del examen), por medio de un simple examen de sangre. Este examen que en ningún caso resulta más caro de realizar que el procedimiento descrito, tiene mayores niveles de precisión y permite además la detección temprana del cáncer cuya existencia sólo se detectaría en una etapa de mas avanzado desarrollo con el proceso de tocamiento. Para ser perfectamente justos, sin embargo, anotemos que hay aproximadamente un siete por ciento de los casos de existencia de cáncer prostático que no serían detectables a través del examen de sangre, sin embargo ello no parece haber sido parte de las razones por la cual el instructivo no lo considera. Por otra parte, como hemos dicho, las ventajas de este tipo de examen son notables en muchos aspectos. De esta manera, habría sido recomendable, que al menos la ficha de información del procedimiento, dijera claramente que la forma descrita allí no es la única.

Por otra parte, desde una perspectiva de sociología de la salud, no debieran caber dudas que el procedimiento a través del cual se pretende ontener información sobre una cuestión de tanta carga cultural como la que contemplamos, difícilmente permitiría obtener respuestas que tuvieren un alto grado de confiabilidad. Además, hay que tomar en cuenta, que estas entrevistas han de realizarse en espacios sociales marcados por niveles culturales de suyo bastante bajos, lo que implica niveles de tolerancia menores, a las eventuales condiciones de roce, incomodidad o conflicto que pudieran generarse en la entrevista, lo que indica la necesidad de un diseño particularmente atento y cuidadoso. Situación que por cierto se ve aumentada notablemente en el caso de encuestaje en zonas culturales étnicas (recordemos que en Colombia hay 58 etnias distintas reconocidads por el estado y que aunque su población total alcanza menos del millón de personas, con seguridad habrá muchos casos en los que se les aplique la ficha). Consideremos aún al respecto, el tema de género, que seguramente se planterá. Las preguntas han de realizarse a varones mayores de 45 años y ello por encuestadores seguramente menores, dentro de los cuales habrá mujeres. Imaginemos el caso -que sin duda habría de producirse-, en el que una mujer de, digamos, 25 años lleve a cabo dicha encuesta y nos daremos cuenta, más allá de la confiabilidad final de los resultados que hemos puesto en duda, de lo incómodo que resultará para uno y otro de los operantes el suceso. Por añadidura al largo rato y la tensión excesiva que este tema demandará durante la encuesta, consideremos que su incidencia será negativa en el resto del desarrollo de la interrelación, por cuanto será una “marca” que habría de dificultar grandemente el normal desarrollo de las próximas entrevistas.

La interoperabilidad como ventana al diálogo.

Y aquí es válido plantear el recurso a un modelo de simulación para corroborar la hipótesis. Imaginemos que hubiere sido por razones de tipo económico que se prefiriera realizar el examen de acuerdo a la forma tradicional, en lugar de hacerlo por otros medios. En efecto, es perfectamente posible que aunque el examen de sangre en si no plantee costos especiales, dado el caso concreto de la situación, podría haber una serie de costos asociados tales como: consultorios móviles, preparación adecuada del personal, sistemas de congelamiento de las muestras hasta llevarlas a laboratorio, etc. Si este fuere el caso -que como hemos dicho no lo es-, ello sólo redundaría en afianzar nuestra posición de lo necesario de la interoperabilidad, concebida como diálogo permanente entre una red de actores fortalecida, por cuanto detectado el tema de los costos mayores no cubiertos por la acción del sistema, ellos debieran activar los mecanismos de retroalimentación institucional que permitiera incorporar como un ítem específico dentro del programa, o como proyecto independiente, asociado, la serie de procedimientos adecuados para obtener los recursos requeridos. De esta manera, el programa se enriquecería por su capacidad de detección de requerimientos colaterales y por la de activar los mecanismos de acción que permitieran resolverlo. Por cierto, ello no sería posible sin la “interoperabilidad dialógica”[1].

Hay un par de cuestiones que debiéramos agregar a esta nota, siendo tal vez la primera, que nos damos cuenta que éste modelo de investigación, en todos los casos debe irse haciendo a medida que se avanza. En este sentido reproducimos de manera fiel nuestros principios de ser una empresa de conocimiento es decir en síntesis, que vincula la investigación, al análisis de su propio desarrollo. Así, no cabe duda que los datos acerca de la penetración de Internet en Colombia y Chile, aunque diferentes en términos proporcionales, manifiesten una exacta igualdad de 6,7 millones de usuarios[2]. Esto es una coincidencia que no debe ser pasada por alto. Tampoco debiera serlo, el que nos diéramos cuenta de estar verificando el paradigma de circularidad estructural de las comunicaciones, por cuanto a través del último desarrollo de las herramientas de Internet, estamos realmente volviendo a la oralidad[3].

Como lo hemos señalado, nuestra labor en la realización de la ficha (que por cierto ya se encuentra hecha) debió considerar nuestra participación en la comprensión global de estos temas, no tanto por la experiencia que sin duda tenemos, ni porqué por algún arte de birlibirloque académico supiéramos más o estuviéremos más calificados que aquellos que la han concebido, sino simplemente porque, nuestra vinculación de carácter externo, nos permite un nivel de autonomía, objetividad y alejamiento, que permite la visión comprensiva de la totalidad del proceso, de la cual carecen aquellos que están en el día a día de la administración. Así como aquel que se encuentra volando, puede apreciar (sino con mayor detalle, la “precisión del conjunto”) el mundo que tiene abajo. Esta última observación me lleva a anotar que por cierto se requiere para ello, una enorme capacidad de mantener la concentración en medio del movimiento, cuestión que tampoco es fácil, y que requiere un trabajo específico que en parte, explica la teoría.

Construcción del conocimiento y documentación de procesos.

Estas hojas, más que preceder una metodología, develan su sintáxis. Apuntan a establecer de a poco y sobre la marcha, una síntesis operativa de los aspectos relacionales necesarios para configurar una representación ajustada a las condiciones, cada vez mas pertinentes y precisas, de los campos significantes constituyen nuestro dominio de acción significante en análisis y gestión de políticas públicas. De esta manera, en nuestra visión, estamos comprendiendo (en el sentido de abrazar) la inserción de una metodología dinámica, siempre adecuada a su objeto, que se desprende de una práctica de trabajo en redes tecnológicas y humanas, sustentada en una posición que conjuga realismo científico, constructivismo social y análisis de discurso, considerando que la realidad misma, intervenida e impactada por las distintas formas de presencia de la tecnología, ha sufrido una transformación cualitativa, que la hace aparecer simultáneamente como real (de acuerdo a los criterios de concreto e identidad con que la concebíamos) y al mismo tiempo como virtual, en tanto productora de nueva práctica social y de discurso, no reduciendo jamás su impacto a uno solo de estos aspectos, sin considerar la relación que guarda con los otros, pero al mismo tiempo otorgándole plena significación a los análisis que en sus dominios respectivos se establezca.

Esta mirada, que vulnera –enriqueciendo-, formas más ortodoxas de desarrollo científico, encuentra los sustantivo de su carácter, precisa y paradojalmente en provenir directamente del análisis de la experiencia. Al darnos cuenta que la introducción de tecnologías en los espacios sociales, no sólo modifica la forma tradicional en que se realizan las mismas acciones, sino que introduce la necesidad de desarrollar nuevas acciones a las cuales hay que encontrar significado permanentemente, para así adecuar los nuevos desarrollos, nos damos cuenta que el rol de la significación y de la teoría significante -y esto al contrario de lo que ocurría hasta hace muy poco con la Sociedad de la Información, con la cual se entrelaza en espacios de transición e interfase-, ha pasado a ser central en la Sociedad del Conocimiento. Sin esta visión de los procesos, corremos el riesgo de no entender los cambios que introducimos y de los que somos parte y que nos encuentran como uno de los elementos de una cadena significante en la cual los nodos y eslabones adquieren su forma perceptible, precisamente por las tecnologías que se han introducido. La estabilidad y la forma de los distintos agentes o actores de esta cadena que termina vinculando interfaces sucesivas y coordinadas (como en un juego interminable de preguntas del huevo y la gallina), no es nunca permanente, ni puede tampoco saberse cual adquirirá valores absolutos más allá de los contextos específicos, por cuanto su naturaleza resulta de la interacción de elementos heterogéneos, cada vez renovados, a medida que se van incorporando y asimilando a estas redes.

En lo concreto, los aspectos metodológicos en que debiéramos concentrar nuestra atención de interfase, en el momento presente de nuestro trabajo de protección social, habrían de consistir, en la construcción de un modelo de retroalimentación, que nos permitiera documentar todos los pasos del proceso que fuéremos dando, sin lo cual no sólo corremos el riesgo de no entender de manera prospectiva sus evoluciones probables, sino que además difícilmente lograríamos en el registro de los procesos encontrar aquellas facetas que debieran ser corregidas en nuevas aplicaciones. Esto por cierto es mucho más fácil que la teoría que sustenta su construcción y no debiera encontrar resistencia sustantiva entre quienes determinan el financiamiento y distribución de los recursos disponibles. El particular momento en que se encuentra nuestra empresa, manifiesta de manera decidida un crecimiento al mismo tiempo horizontal y en profundidad que involucra las distintas áreas, así como nuevos desarrollos, fundamentalmente relacionados con su paso al ámbito internacional, hacen que la incorporación de este desarrollo de " registro de procesos", que es naturalmente uno de documentación y análisis, o simplemente de procesamiento activo y análisis estratégico, resulte fundamental para asegurar su debido crecimiento y el control de los elementos imprevistos, que necesariamente han de producirse, sin afectar la marcha fundamental de su desarrollo sustentable en el tiempo y sus productos.

Modelos de tiempo e intervención espacial.

Estos principios que forman parte del desarrollo de la cybernética y se alimentan de distintas fuentes teóricas[4], en la consideración que los actores, entendidos como redes de personas o situaciones, desde que participan del sistema que conforman, se constituyen en relaciones sociales concretas de trasmisión con efectos encadenantes, que mas allá del contenido diferencial que adquieran en situaciones particulares (y que constituye el objeto puntual que se tratará de establecer en cada caso), tienen el mismo valor y la misma presencia a nivel del análisis, sin que sea posible definir a priori su importancia en la evolución del sistema.

En el fondo, esto remite también a una nueva concepción del tiempo de los procesos, que de manera radical pasan a asumir una estructura dinámica y en movimiento, frente a una consabida y estática, por cuanto será la introducción de nuevos elementos y la relación que establezcan a medida de su desarrollo, quienes determinarán, de acuerdo a sus evoluciones temporales imprevistas, los resultados de la situación que esperábamos controlar. Puede ser interesante, señalar que esta “vida particular de las relaciones entre seres y objetos” que se presenta en un primer momento, como una sofisticación de la teoría, no es sino el resultado concreto que ha arrojado la práctica concebida de manera extensa, en los dos sentidos de profundidad y repetición, permitiendo obtener de manera conclusiva los principios sobre los que llamamos la atención.

Es así que al incorporar los nuevos momentos de interrelación que implica el diseño de un nuevo proyecto, debamos plantearnos que los antecedentes históricos con los cuales contamos y que de manera necesaria se inscriben en el pasado de nuestra proyección, no sirven sino como una referencia, que en ningún caso permitirá repetir las funciones de un grupo de actores en esencia nuevo, sino que permitirá cuando más establecer los criterios a partir de los cuales podremos considerar nuestro trabajo de análisis como comparable y formando parte de la misma dinámica que los anteriormente realizadas.

La construcción de esta teoría[5] aparece como una finalidad en sí de la investigación, a varios niveles del análisis. En primer lugar, no se trata no se trata de indicar el papel fundamental del pasado, ni tampoco el de repetir de manera mecánica sus evoluciones eventuales, sino de realizar en el momento mismo del trabajo una investigación que supone la construcción de un modelo que permita la sumatoria de distintos niveles de interrelación dinámica. Por otra parte, corresponde a un cambio de la manera en la cual se concibe tradicionalmente la relación entre el investigador y la cosa a investigar. Ambos, sujeto y objeto, parte sino indiferenciable, cada vez mas virtual y transitoria de un proceso dinámico que los hace converger en interfases renovadas donde cada vez resulta más difícil (e innecesario) la definición de identidades que les otorgaban existencia autónoma, siendo tal vez el regsitro actualizado de las transformaciones que van ocurriendo, la única posibilidad de contar con elementos que permitan el análisis prospectivo. Estas consideraciones acerca de lo que significa el cambio de paradigma epistemológico, aunque aparentemente alejadas de lo concreto, han de permitir –esperamos-, la configuración de un soporte referencial común que permitirán –como es propio a la teoría-, ordenar lo que la práctica confunde.

Si se mira con atención, podremos percibir que el cambio de enfoque que la introducción de las nuevas tecnologías supone en el espacio social, tiene consecuencias profundas, tanto en la forma en que habitualmente hacemos las cosas, como en cuanto a las cosas mismas que se hacen, y ello tanto a nivel superficial que implica la acción de hacer cosas, como en cuanto al nivel más profundo, que implica comprender el significado de las cosas en cuanto relación que está siendo llevada a cabo. De hecho, al conjugar en una misma superficie elementos tan diversos como lo orgánico (las personas), lo inorgánico (las máquinas y equipos)[6] y las relaciones entre ellos se establecen, estamos configurando el mundo de una manera completamente distinta de lo que hasta aquí habíamos considerado como la forma tradicional de llevar a cabo los procesos.

Distinguiera el punto de inicio de esta de esta forma siempre renovada de investigación, el señalar con claridad, que la presencia de la teoría en el sistema, no aparece como un elemento adicional, del que pudiere prescindirse, o elemento restringido a lo que se establece una vez (en el “marco teórico”), sino más bien, como una parte necesaria y constituyente de la dinámica del proceso de investigación, que aunque definida en sus aspectos estructurales desde el principio, debe reorganizarse y estar presente en todas y cada una de sus fases, para generar la retroalimentación que requiere el proceso iterativo de construcción y profundización de un diálogo de alcances a la vez técnicos, políticos y cognitivos entre los actores socio técnicos en cada caso convocados.


Eco-Visiión.

Notas.

[1] Hemos acuñado el concepto “interoperabilidad dialógica”, para señalar claramente que no nos referimos a la “interoperabilidad” considerada de manera tradicional, en tanto posibilidad de intercambio actualizado de data específica entre equipos de trabajo –cuestión que no obstante se incorpora-, sino que a poner el acento en el fortalecimiento de redes humanas que implica la retroalimentación constante de los análisis y resignificaciones que durante todo el proceso se vayan realizando entre los nodos y que finalmente garantiza la sustentabilidad en el tiempo y el éxito del programa en la consecución de sus logros sociales.

[2] Ver link de “estadísticas” en laboblog http://www.vc-on.blogspot.com/

[3] Esto refiere a la utilización en parte de este escrito de la herramienta de reconocimiento de voz.

[4] El conjunto es rico y diverso. Apuntamos la mediología, pero no menos es producto en desarrollo de la etnosociología que de la Ant-Theory y faltaríamos, si no mencionaramos la Antropología Estructural o la Mitodología.

[5] Recordemos que “teoría” viene del griego “theorein” , que significa observar, lo cual se relaciona muy directamente con el nombre de nuestra empresa, Visiión...

[6] No se nos escapa que esta es una realidad transitoria y que los avances actuales ya permiten la creación de chips orgánicos o circuitos de dispositivos que integran de manera cada vez mayor lo orgánico y lo inorgánico. Parte de este proceso de integración creciente se refleja también en medicina.

miércoles, 11 de julio de 2007

lunes, 9 de julio de 2007

Proyecto Alejandría

ECO-Visiión.
PROYECTO ALEJANDRÍA.
(Borrador de propuesta).

Los datos de diversas fuentes disponibles indican de manera clara, que para poder dar el salto cualitativo que integra a los países en el selecto grupo de los desarrollados, tal como es el caso de nuestro país (recientemente incorporado a los países de la OCDE), se deben cumplir con estandares y procesos de alta exigencia en distintos ámbitos del quehacer nacional y que como lo han mantenido los gobiernos de la concertación, para lograrlo no es suficiente con tener una política que permita el crecimiento económico. En efecto, cada vez son más requeridas en los distintos ámbitos del servicio público, políticas que incorporen visiones de futuro y respondan a los criterios de integralidad sistémica y participación retroalimentada. Por otra parte, el paso de la “escritura” a la “ imagen”, que supone el paso entre el soporte libro al soporte internet, requiere asimismo –para que pueda cumplir con las altas expectativas de calidad en la formación cultural y profesional que exigen las competitivas condiciones de mercado global-, que los niveles de alfabetización y el desarrollo de las capacidades de lecto-escritura hayan alcanzado sus óptimos posibles. Al contrario de lo que se suponía durante algún tiempo, en el sentido que los nuevos desarrollos tecnológicos suprimen los anteriores (expresado en la frase de Victor Hugo: “esto matará aquello”) las investigaciones contemporáneas en la materia, indican de manera inequívoca que la TV no aniquiló al cine, que el libro no anuló la oralidad, que Internet no suprimió la lectura. Por el contrario, pareciera que cada uno de los nuevos formatos de transmisión de contenidos, potencia de manera exponencial el uso y práctica del anterior.

El paso de la sociedad de la información a la sociedad del conocimiento, está marcada por esta transformación de interfases que algunos han saludado como “el fin de la Galaxia Gutenberg”. Esto por cierto, no quiere decir que el libro desaparezca, sino que en la interfase que estamos adquiere una importancia muy especial. Nuestro modelo educativo, aún replica en todo caso, las dinámicas derivadas de la lecto-escritura, como se estableció en el mundo a partir del siglo XVII. Convengamos que sin profundizar en la situación de “tiempo largo”, el tema particular de la homogeneización de contenidos, y la sistematización de formas y contenidos, aparece como particularmente importante y decisiva, para el mundo de la educación, tanto en lo que refiere a los contenidos propiamente tales, como en cuanto a la labor política que desarrollen las autoridades del sector, que de todas maneras, habrán de conjugar de manera adecuada la implementación de justas líneas técnicas en el desarrollo de las políticas globales que marquen su mandato. En todo caso, nuestra sociedad ha comprendido que la educación está (como la salud) en el centro inclaudicable de los desarrollos de un estado al servicio de la ciudadanía y dentro de ella, que es fundamental el papel que juega el libro en tanto expresión y modulación de un proceso cognitivo. Asimismo las autoridades han remarcado en el último tiempo –y no sin recoger encendidas críticas de la oposición-, que una política sustantiva orientada al desarrollo de las capacidades de la creación y la imaginación, así como una sólida formación en el campo valórico, no puede prescindir del libro y de las publicaciones. Es así que nuestra presidenta acaba de informar el 21 de mayo de un programa de la máxima importancia, que ha sido identificado con el nombre de “maletín literario”, consistente en entregar una selección de obras impresas a 400 mil familias de pocos recursos.

Por otra parte, ha sido una preocupación central del MINEDUC, dotar de libros de texto que respondan a los criterios de actualización y excelencia en las materias y que cumplan con el requisito de corresponder a los contenidos mínimos de las asignaturas que se imparten. Para ello se destinan recursos importantes y un esfuerzo institucional considerable, que nunca ha dejado de asistir a las escuelas de la red de asistencia pública a todos los niveles de la educación chilena. Sin embargo, estos esfuerzos no han contado aún con el apoyo decidido que significa adecuarse a los criterios de homogeneización y estandarización integral de los procesos de edición, pudiéndose constarar que cada área institucional y de especialidad procede de manera relativamente autónoma en la elaboración e impresión de sus libros de texto y materiales educativos. Tampoco existe en consecuencia un sistema de verificación y seguimiento que permita chequear rápidamente los estados en que se encuentran los materiales, ni posibilita para realizar las correcciones que se requirieren. Al mismo tiempo, la interacción con los usuarios de estos materiales es prácticamente nula, reduciéndose a las percepciones que tuviere el profesor en el aula y a las estadísticas de rendimiento por curso, que resultan bastante generales e inespecíficas como para entregar datos precisos acerca de los materiales que se han entregado y de su incidencia efectiva en los procesos educativos. Finalmente, tampoco existe un sitio de aplicación Web que permita acceder on-line a la gran cantidad de textos por este medio publicados, ni se dispone de información que permita a autoridades ni usuarios en general, saber de las actualizaciones y modificaciones que se estuvieren llevando a cabo en las distintas áreas.

Corregir esta situación y avanzar de manera decidida en aspectos como el que señalamos, que permitan instalar de manera sustentable las mejoras que demanda la creación de medios educativos acordes con las exigencias de la globalización en este siglo 21, por cierto, solo es posible con la incorporación de las adecuadas herramientas tecnológicas de última generación que nos permiten las TIC´s.

De esta manera, proponemos el “Programa Alejandría” (por la connotación de universalidad a la que remite la célebre biblioteca Homónima: o PEUMO Programa de Edicion Unificada Ministerio On-line, o PIDEME Plataforma Integral de Desarrollo Editorial del Minsiterio de Educación, o SITIEM Sistema Tecnológico Integral de Ediciones del Ministerio...), que consiste en dotar al Ministerio de Educación del conocimiento y la plataforma tecnológica que permita suplir esas falencias anteriormente descritas. Para ello, nos proponemos dotar a la estructura ministerial de un sistema de aplicación Web, en modalidad sincrónica y asincrónica, que permita el monitoreo, la gestión y el seguimiento de todos los procesos de edición que lleva a cabo el MINEDUC, permitiendo la actualización de manera inmediata, la retroalimentción permanente con distintos tipos de usuarios identificados según áreas y categorías de pertenencia, así como permitiendo la generación de redes retroalimentadas de trabajo colectivo.