sábado, 5 de enero de 2008

tecnología y espíritu


"Puesto que por definición tiene que haber habido también tantos tipos o clases de lo sagrado como poderes, hay que despojar a estas palabras de sus débiles tonalidades arcaicas, antes de comprender que abstracciones como sagrado o poder, tienen, frente a las realidades que pretendían designar, más o menos la misma fuerza expresiva que la abstracción color, para la variedad de intensidades que absorben nuestra mirada".
Fredric Jameson. The cultural turn. 1998

“El molino de viento produce al señor feudal, la máquina de vapor al capitalista industrial”.
Karl Marx, La miseria de la filosofía. 1847.

De varias maneras podríamos empezar (de nuevo...) una reflexión que vinculara tecnología y espiritualidad. La oposición entre los términos salta a la vista, sin embargo puede no ser tan evidente como parece. Esta nota, que se suma a otras y conserva así su destino de arte y parte, no pretende por cierto más que señalar la dificultad que supone abordar con las "herramientas" de la razón, una temática cuya complejidad desafía sus reglas. Sin duda sería conveniente guardar en primer término, que la noción misma de tecnologías, se sitúa a las antípodas de la espiritualidad, para un determinado enfoque que concibe a la primera como resultado concreto de lo material y que llevada a su extremo desconoce la existencia de lo que denominamos espíritu. Digamos aún que la tradición de los "puntos de vista" orientales, es -como la de la mística cristiana-, clara en cuanto a señalar que las manifestaciones del espíritu no pueden ser aprehendidas por la razón. Así por ejemplo en el Tao Te Ching, que plantea la imposibilidad absoluta de describir con palabras el "mundo otro" de lo sagrado (como lo definía el místico cristiano M.Eckart, en el siglo XV), o el Tao mismo. En otro contexto -y de manera tal vez irónica-, el Budha Gautama contestó acerca de una pregunta sobre el espiritu (usamos para traducirlo el término sánscrito Dharma): "El Dharma del Dharma es el Dharma, el Dharma del no Dharma también es el Dharma, ¿como quieres que algo como el Dharma pueda ser enseñado?". Queda la idea de abordar algo de tal complejidad que ningún esfuerzo consciente (sólo consciente) es suficiente para explicarlo. Algo así nos hemos acostumbrado a comprender que ocurre con la "realidad" de los desarrollos sociales y tecnológicos contemporáneos... Y si el espíritu es complejo, la tecnología no es históricamente fácil.

Es cierto que aquí, como en toda reflexión, no debiéramos, comenzar por definir conceptualmente lo que en el mejor de los casos será el fin, de aquello que vamos a abordar. Ya en otros lugares hemos señalado que la etimología de tecnología, nos parece apropiada para dar cuenta del sentido profundo de lo que la tecnología significa socialmente y del lugar en el cual nos situamos para contemplar. Es así que optamos por una traducción del griego que asume tekne como "arte" y logos como "discurso", en el sentido de explicación, o conjunto dotado de razón. De esta manera la tecnología aparece asociada a los criterios explicativos que la constituyen, y no como un elemento que se divorcia de ella. En segundo lugar señalemos que espíritu es utilizado aquí como referente de segundo orden -a un nivel relacional con otras palabras:- a lo sutil de lo sutil, o como aquélla relación que explica relaciones. Es también la noción conceptual que de mejor manera refiere a la propiedad totalizante u holístico de los sistemas. Aunque tal vez fuere más conveniente utilizar el concepto “mente” -tal como lo define Gregory Bateson-, optamos por el término espíritu, por cuanto la referencia directa que establece a la constitución y funcionamiento de un sistema particular de creencias, -que es un poco el primer objetivo que nos planteamos, es más próxima que el de mente, en el sentido de totalidad en red en que la describe el autor citado. Digamos también y en este sentido que es la de un esquema clásico, la utilización de espíritu (que como sabemos se inscribe en la aceptación tácita de un consenso que no nos convence del todo...), refiere a constatar una condición de la sociedad, en la que contrariamente a los postulados sociológicos tradicionales de un triunfo de la racionalidad explicativa, [1] la ciencia –y pese a sus avances, o tal vez por lo extremadamente exitoso de los mismos-, no ha logrado sepultar el universo de las creencias, o sea la fe en el pasado de un arcaísmo que ha superado, sino que ella misma se ha convertido en un entorno particular que lo remodela.

Por cierto esta consideración debe también "modularse" con cuidado, por cuanto muy posiblemente el refluir del espíritu y la importancia creciente de los sistemas de creencias o de las ideologías en el mundo contemporáneo, no tenga que ver con características intrínsecas de la propia ciencia y el método que la sustenta, sino más bien, sobre todo y en ambos casos con el manejo orientado de las comunicaciones de masas. Esto en el doble sentido de no informar debidamente a la comunidad humana de los logros, niveles de avance y proyecciones que se obtienen en los distintos espacios disciplinarios (que hasta hace muy poco conformaban dominios en los cuales habría sido impensable tener opinión de no pertenecer al grupo de los especialistas), como por otro lado, por lo favorable que resulta para el determinado sistema socioeconómico en que nos encontramos, una población que proyecte sus realidades hacia el mundo otro de lo sagrado, particularmente, como es el caso, si ese sagrado está en las mismas manos de quienes detentan el poder social en otras esferas, como la económica y a sus intereses sirve. No obstante, señalemos que independientemente de las condiciones ontológicas que orientan al ser hacia la totalidad de la cual proviene y del imperativo epistemológico contemporáneo, que podría traducirse como la imposibilidad de conocerlo todo -es decir de su exacto contrario-, no menos cierto resulta constatar que la práctica social de los cientificos, se ha dotado históricamente de instrumentos, de rituales de acción y de un instrumental de afirmaciones disciplinarias, que en la misma medida que se construye, se va aproximando a las características dogmáticas sobre las cuales se ha construido la religión.

Como en determinar perspectivas de la sociología históricas, tampoco sería completamente vano que consideráramos como punto de partida ese sano consenso que implica el sentido común y que así nos bastará con constatar, las características cada vez más inmateriales del mundo de la virtualidad y por otra parte, el rol medular de fiscalización cada vez mayor y la importancia creciente que parecen manifestar las religiones en el momento actual. Más que frecuente, podríamos decir que es común encontrar aproximaciones hacía el espíritu, en dominios cognitivos en los cuales hubiera sido impensable hasta no hace mucho, como por ejemplo, en el ámbito de la sociología organizacional... Quedémonos pues, como punto de entrada, con la aseveración simple, de una realidad que constituye nuestra hipótesis de trabajo: la abstracción creciente de las realizaciones en el mundo histórico y la carencia espiritual, que se manifiesta por su acendrada búsqueda de presencia en el espacio social.

Digamos que nuestro marco referencial considera la utilización de un esquema clásico en Historia de las Religiones, según el cual los sistemas de creencias habrían pasado por algunas etapas definidas de acuerdo a momentos históricos específicos, y encuentra fundamentalmente tres: en un primer momento un sistema de creencias indiferenciado en lo conceptual, que se habría hecho objetivo a partir de las prácticas de los sujetos creyentes y que llamamos pensamiento mágico, un segundo nivel de elaboración habría permitido la identificación del cuerpo teórico representado en divinidades, hecho que identificarían a religión, y finalmente un conocimiento de hechos comprobables, que incorpora la experiencia en su capacidad transformadora de lo real, y que llamamos ciencia. Por cierto que la figura resulta esquemática en extremo y sólo nos sirve como una referencia ordenadora. Destaquemos sin embargo, que las características particulares de la civilización en la cual nos encontramos, se caracterizan por una aceleración de las relaciones y potenciación de los resultados de la convergencia entre conocimientos y sabe que, seguirá dotando al mundo de la doble condición de mayor velocidad a y relaciones más complejas. Este simple hecho, que en realidad no tienen nada de simple, podría también ser considerado como una explicación válida en el sentido de la utilización del término espiritual al cual nos referimos.

Como quiera que sea y considerando que estas palabras no tienen otro propósito que el estimular una investigación que ha de continuarse de manera colaborativa -tal como son las condiciones de la construcción del conocimiento en la actualidad-, puntualiza (y contentémonos con ello por el momento), que más allá de la definición conceptual, las tecnologías tienen una presencia que sigue el desarrollo de una línea exponencial en el mundo contemporáneo, y dónde el surgimiento de las relaciones que generan sus aplicaciones, que a su vez las han generado, resultan imposibles de seguir aún para los especialistas y que por lo tanto la relación entre hombres y máquinas estaría alcanzando el punto de singularidad (S), que representa la posibilidad paradojal de crear vida humana sin participación humana. Ya lo vemos, la deriva en la cual nos encontramos, no es tampoco muy alejada de una “situación-dios", y en consecuencia de uno de los campos que ha cubierto preferentemente en estricto rigor el espíritu. Como quiera que sea la complejificación y sofisticación de las tecnologías, las han convertido en indisociables de la magia y de acuerdo a lo que hemos señalado, también habría cultores que la consideran su religión.

No deja de sorprender que desde los inicios de la cibernética, encontremos como Norbert Wiener orienta el norte de la investigación hacia nociones afines a la temática que contemplamos. Esta relación que en el pensador de cibernética y sociedad no aparecía precisamente formulada, sino más bien como referencia a las condiciones del conocimiento (en entrada anterior: como control o aprendizaje), se encuentra plenamente expresada ya en la obra de Mc Luhan, a quien por cierto se ha llamado con frecuencia, "brujo de la tecnología". Tal como lo señala Mattelart en “Historia de la sociedad de la información”, el criterio a través del cual Mc Luhan considera que la globalización del mundo viene reconstruir lo que en rigor es una visión religiosa del planeta, y como en otras palabras, la teología se convierte en el culto de las redes. Aparte de ello Mc Luhan establece formalmente una filiación entre su obra y la del teólogo jesuita del arte Teilhard de Chardin reproduciendo su escatología de la noosfera y de la planetarización, como objetivación del espíritu de la tierra.

Para terminar esta nota -que es inacabable-, y a guisa de síntesis, establezcamos que cada civilización, en las areas histórico geográficas que la comprenden, ha construído su modo de apropiación e integración de las técnicas aplicadas y de los pensamientos que las han originado y de las cuales se retroalimentan, lo cual da origen a configuraciones comunicacionales múltiples, expresadas a distintos niveles del aparato perceptivo, económico, social, mental y los distintos niveles posibles en que el ser humano divide la realidad para actuar sobre ella. No se trata por lo tanto, de reconstruir un discurso de corte milenarista a partir de la masiva implantación de las nuevas tecnologías, ni tampoco de suscribir un criterio que pretendiera comparar este momento de la singularidad presente, con la llegada a un eventual punto omega, sino más bien establecer con claridad y en cada situación específica que nos convoque, las condiciones que adquiere la reificación de los fenómenos tecnológicos en el espacio social contemporáneo, marcado por el peso puntual de la totalidad como pérdida de significado. El espíritu, es eso, con y sin significado.

[1] Marx, Weber, Durkheim...