viernes, 27 de julio de 2007

El mango por la sartén

(Notas desde la interfase).

La generación de ambientes tecnológicos[1] en los espacios laborales, con la masiva y veloz introducción de las TICs (se ha señalado en abundancia), modifica las formas de hacer las cosas, las pautas y hábitos cotidianos de trabajo. Tal vez menos se haya considerado, el que este proceso sea más profundo y que implique también nuevos ámbitos de realización, es decir, que se hagan nuevas tareas. En todo caso, cambiar los procedimientos habituales para realizar las mismas tareas, o abrir la organización al desarrollo de nuevos desafíos, remite tanto a lo directamente visible y manifiesto, como a los fenómenos latentes e inconscientes, que por cierto, resultan mucho más difíciles de percibir, comprender y enfrentar. Lo que no se ha dicho, es que hay una relación entre la “virtualidad” y el inconsciente. En la sociedad de la información -y al contrario de lo que ocurría con estos cambios en la sociedad industrial-, las tecnologías modifican pautas y hábitos cotidianos, a gran velocidad, impactando fundamentalmente sobre los aspectos imperceptibles –simbólicos-, aquellos que remiten al inconsciente de las personas y sociedades. Si esto es bastante claro[2] en algunos casos (fundamentalmente en las modificaciones de lo que hacemos), mucho menos lo es respecto a como esta realidad impacta sobre los procesos que nos orientan hacia nuevos horizontes, lo que en definitiva tiene que ver con la innovación. Ciertamente estos son temas de política. Por otra parte, en estas notas asumimos la posición de contexto, según la cual estos fenómenos se producen en la interfase de transformaciones que genera el paso entre la “sociedad de la información” y la “sociedad del conocimiento”.

Como lo establece la Meta 8 del Milenio, nuestro campo de acción es uno en que coinciden la empresa y el estado de manera preferencial. Esto implica que nuestros desarrollos convocan temas comerciales y de servicio, que no pueden tener las mismas características, porque no tienen los mismos fines. Si uno se orienta a tener ganancias diferenciales, el otro apunta a lograr condiciones de creciente igualdad. Ello genera una interfase particularmente compleja, interesante y activa, que en general –hasta aquí- y dada la supremacía absoluta del mercado, sólo ha significado transferencias (por demás aparentes) desde la empresa hacia el gobierno en dos ámbitos fundamentales. Uno, por cierto es el del lenguaje (por ejemplo, las tareas al interior de la administración se denominan “negocios”...), el segundo refiere a las prácticas mismas, traducidas en criterios dominantes de eficiencia, eficacia y pragmatismo, que en definitiva han aportado –en nuestra opinión- mas mal que bien, en su intento por obtener “racionalizaciones” de resultados, mensurables según la lógica de cosificación que las sustenta, en lugar de considerar la importancia de los “procesos”, que forman lo medular de los gobiernos. El Estado, es una cuestión de largo plazo...

Un ejemplo “inmediato” es el que los desarrollos contemporáneos de redes en los ámbitos laborales (y de manera particular en la administración pública, dónde el tema de la información “pública” aparece con paradojal frecuencia como “privada”...), haya consistido en dotarse de redes internas o “Intranet”, que significa aumentar la continuidad de los mecanismos de distribución de la información y los ordenes jerárquicos que transmite, de acuerdo a los canales tradicionales-internos- , en lugar de desarrollar el conocimiento y posibilidades de Internet, pese a que es sobre este último que reposa. Este punto debe ser central en el tránsito entre la sociedad de la información y la del conocimiento. En efecto, los desarrollos de intranet han significado ampliación de los mecanismos de control y de encriptación y han sido desarrollados por la “cultura informática”, que responde a esa primera etapa...

Así, los distintos actores insertos en las denominadas “Sociedades de la Información” y por ende en la globalización de los mercados, requieren en un caso, de más y mejor información sobre sus competidores y ello obliga a soluciones tecnológicas que satisfagan esta necesidad, así como niveles crecientes de capacitación “mental” o ideológica, hacia el cambio organizacional. En el caso del Estado, como decimos, las TICs vehiculan fundamentalmente procesos de efectividad y eficiencia. La información, tiende a ser de consumo “interno” y en el mejor de los casos, remite a la propaganda (ex ante o ex post) de las autoridades de tránsito, vestidas con ropajes de permanencia. Al cabo, el poder solo es transitorio para quienes lo ejercen, es permanente para quienes lo sufren. No habiendo “carrera funcionaria”, ni reconocimiento de méritos a través de sistemas evaluativos confiables y siendo las jefaturas prerrogativa de los compromisos y confianzas que ha tejido la red de influencia política, un funcionario, sabe que no será jefe, con tanta o mayor certeza que un trabajador siente que no será dueño de la empresa en que trabaja. Por cierto acá hay un tercer nivel de interfase, -que podríamos llamar de “metaimpacto”-, a saber que la lógica de la empresa, ha permeado la del estado, dónde sus funcionarios, son incapaces de diferenciar ellos mismos una de otro.

El ámbito principal de actividad que desarrolla la complejidad, remite a la mediación. La mediación múltiple entre interfases relacionales de distinta densidad, es el campo propio de la mediología, nave y océano en que navegamos.

En este escenario que tiende a reunir en un nuevo campo relacional lo simbólico y lo político, las distintas herramientas que conforman el cada vez mas vasto campo de las tecnologías de la información, desempeñan un rol clave. Ahora bien, la pregunta acerca de si estas transformaciones producen una suerte de “rito de pasaje” de una sociedad a otra, es válida, por cuanto, la introducción de nuevas modalidades de herramientas (y acá debemos considerar en el mismo plano al hardware que al software y al groupware), implican ciertamente un proceso “iniciático” de conocimiento y adaptación, que permitirá a los distintos actores enfrentar con “nuevas armas”, las nuevas condiciones de competencia (en la empresa) y de mejora en la calidad de los servicios (en el estado), que se generan debido a la aceleración de los tiempos históricos y al cambio como una cuestión permanente dentro de estas nuevas realidades. Pero ¿se ha comprendido cabalmente lo que ello significa y las "demandas humanas" que involucra?.

Se puede advertir como genuina preocupación, que lo que ha predominado en esta primera etapa “informacional” y tal vez tanto en la empresa como en el gobierno, es la adaptación de los actores a la tecnología y no al revés -que seria lo deseado-, razón por la cual muchas de las promesas de mejoramiento generalizado de las condiciones de trabajo y de vida (en uno y otro campo...) de la tercera revolución industrial, la sociedad de la información, aun están pendientes. La “cultura” dominante en el ejercicio de esta “fase informacional” del conocimiento, ha sido la “informática”, por sobre la “informacional“, es decir, el énfasis no ha estado puesto en saber usar la tecnología y aplicar adecuadamente la información en decisiones estratégicas.

En todos los lugares, los presupuestos de los departamentos de informática han crecido, pero sin que se tenga muy claro para qué, fundamentalmente por la gente que habrá de utilizar las nuevas herramientas que se pongan en uso. Recomendable sería que (ya que no se hizo en la primera ocasión), ese proceso se invirtiera y se generara una amplia y ordenada red de retroalimentación cognitiva, que condujera a la demanda de equipos necesarios para llevar a cabo determinadas tareas, desde el usuario y desde el inicio.

Con solo excepciones notables y en su gran mayoría, las soluciones tecnológicas generadas por los productores, no han sabido hacerse cargo de la ínterconectividad de las mismas y de generar soluciones compatibles con otros sistemas, que han proliferado de manera –paradojalmente- caótica, haciendo que los temas de la estandarización y la homogeneización, sean cada vez reiterados como fundamentales. En el ámbito del Estado, cada repartición ministerial y en casi todos los casos, cada división (departamento y unidades...), ha dispuesto de fondos específicos para dotar a su servicio del instrumental requerido para “modernizarse”, sin que ello responda –como hemos dicho-, a procesos que permitan a las personas generar los “requerimientos de tarea” que habrían de mejorarse con las nuevas condiciones y equipamientos tecnológicos. De allí se desprende fácilmente, que la “interoperabilidad”, no solo no sea una realidad actual, sino que tampoco fuere parte integrante real del propósito con que se concibió la introducción de las TICs dentro del proceso de modernización del Estado.

Brechas de objetivos compartidos entre directivos e informáticos respecto del sentido de las tecnologías, resumidas en “un medio para” y “un fin en si mismo“, que en razón de los criterios descritos, así como de los aumentos presupuestarios, han redundado en un particular estilo de hacer política, en que se verifica la paradojal situación de creciente poder decisional en quienes deben aplicar las soluciones (equipos encargados de finanzas e informática) y de menor poder de decisión en los equipos políticos que deben liderarlas, produciendo, de manera bastante visible, un paradojal escenario político de desaparición de la política.

Por cierto hay quienes se han planteado las cosas desde la perspectiva tecnocrática aún en vigor y hacen reposar las soluciones eventuales, no en el fortalecimiento de las redes humanas, sino en un “mejor conocimiento de las capacidades y una mejor utilización de los recursos que tienen las herramientas. Preguntas como: “¿no será que hemos estado usando incorrectamente las tecnologías de información?” o “¿no será que una parte importante de su potencial ha permanecido inutilizado?”, de manera sutil, trasladan nuevamente el campo de acción requerido hacia el componente “máquina”, que demanda un nuevo “esfuerzo” al humano, para “entender” la máquina de la cual es servidor.

Claramente, es central la introducción de programas que permitan asimismo procesar la información a través de su difusión “sin control”, para permitir la innovación y la creatividad, así como de foros de discusión y análisis sistemático, que se traduzcan en nuevos programas. Esto es por cierto, una transformación de la cantidad en calidad: de la información al conocimiento. Señalemos a este respecto, que la actual construcción de una “web semántica”[3], es un indicio del reconocido peso de esta tendencia que se agrega a la “cantidad” de información disponible: oportunidad de acceso y significado, para tomar decisiones oportunas y pertinentes, orientadas hacia el bien común, que encuentren sustentabilidad y efectos sociales reales en la participación orgánica de las redes de actores socio-técnicos que necesariamente, se encuentran al inicio y al fin del proceso.

Como se ve, nuestra posición es la del “salto en adelante” que implica asumir desde al análisis, el fin de una etapa (la sociedad de la información) y el comienzo de una nueva (la sociedad del conocimiento), para a partir de allí, operacionalizar metodologías y procesos conducentes a los nuevos horizontes y así, más que volver a “corregir” lo que se hizo de manera insuficiente, abordar decididamente tareas que presuponen nuevos objetivos. Y esto pasa por introducir la dimensión de política simbólica, en los mismos dominios dónde constatamos el peso de su aparente ausencia: el lenguaje, que se quiere conceptual antes de ser operativo, el pensamiento, que tiene que ser crítico para que su transparencia llegue lejos, la acción, que tiene que ser participativa para que las organizaciones inteligentes sustenten la democracia. Contribuimos a la creación de Ambientes Tecnológicos para Redes de Relaciones Cognitivas (RRC).

Notas.
[1] Esta definición conceptual es importante, por cuanto apunta precisamente a hacer explícito que la introducción de TICs, modifica –insensiblemente, pero no siempre-, el conjunto relacional del sistema considerado y no solo los detalles específicos de su aplicación, generando un “ambiente tecnológico”.
[2] Baste considerar lo que puede significar –socialmente-, una madre que amamanta, mientras habla por celular, fenómeno hoy tan común como impensable hace muy pocos años.
[3] Como lo desarrollan actualmente varios programas, como el SEKT (Semantic Knowledge Techologies) de la Unión Europea y lo promulga el mismo “creador” de Internet, Berners-Lee. http://siischilesolidario.blogspot.com/2006/09/tecnologas-de-conocimiento-semntico.html.