La complejidad de los temas y la atención que desde hace un tiempo ha concitado su comprensión, permiten diseñar una aproximación a patrones dominantes que se expresan en los distintos ámbitos de nuestro quehacer de tecnologías y personas. Ésto es: personas.
Desde el punto de vista epistemológico, podemos asumir que ha habido una proliferación notable de estudios, metodologías y herramientas. Todas y cada una de ellas validadas y efectivas, pero en un universo dónde deben reformularse constantemente y volver a validarse en su mutación en nuevos productos. Algo así como la “explosión de la exomemoria”: la cantidad de archivos y estudios es casi infinita.
Esto se conjuga de particular manera con el ejercicio del “saber experto”. En efecto, el que el “conocimiento explícito”, haya adquirido una dimensión realmente inaprehensible, hace que el “conocimiento tácito”, y la función real del experto, se hayan transformado en una suerte de “magnetismo”, de alguien que convoca, concita confianza, que es “necesario” y que se quiere tener cerca, algo que de alguna manera se ha tratado de rescatar en el concepto de liderazgo y que no es ajeno a las categorías con que tradicionalmente se ha comprendido la dimensión “espiritual”.
En esta nueva función, los “consejeros” cumplen un rol central de contención en las organizaciones, haciendo que lo fundamental de su acción sea precisamente el “estar” y cuyos “informes”, de acuerdo a los dos criterios fuerza señalados (exceso de información verificable y necesidad de la persona), en estricto rigor, no pueden hacer mucho mas que referir al conocimiento ya acumulado. Ellos, las personas que están, entre los grupos y en distintos lugares, equilibran dinámicamente con su presencia, la exomemoria, inevitablemente estática.
El rol de los expertos, se ha visto de esta manera –no podría haber sido distinto-, transformado por las condiciones de un contexto global, cada vez más difícil e inestable y donde el “brassage” de los elementos de la tirada, tiene cada vez mas componentes y es entonces, cada vez más aleatorio. Como un juego en que en cada tirada se van agregando nuevas cartas y ellas no necesariamente corresponden a los criterios de clasificación, la cantidad de números, colores y “pintas” conocidas. El juego, no obstante, sigue siendo el mismo, aunque en estricto rigor, no se sepa muy bien a que se está jugando. El juego, se transforma en un grimorio y las cartas sirven para ver la suerte.
En este escenario, la personalidad del experto pasa a ser lo central y sus capacidades de conocimiento intuitivo, de establecer canales de empatía con quienes lo rodean, de aportar el elemento extraño e inesperado, de ser capaz de provocar el destello de alegría comprensiva que identificamos con la solución de un problema, es lo fundamental. Es la base actual de todo nuevo desarrollo. La búsqueda orgánica del “atractor extraño”. El carácter globalizado de las instituciones y la dimensión de “triple hélice” en que su dinámica se genera, otorgan aún una nueva condición a esta relación, en que el Norte y el Sur se mezclan en funciones y expresión de atributos, como las mismas áreas disciplinarias pierden sus límites.
En definitiva, las organizaciones se deben a diseñar nuevas formas operativas, mas flexibles, menos jerárquicas y eficientes que permitan mejorar continuamente las soluciones colaborativas que den sustentabilidad a la Sociedad del Conocimientos construyendo redes de actores globales en las cuales los sectores público y privado trabajen en consenso, generando la interfase dinámica en que se retroalimenten gobiernos y sociedades.